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miércoles, 31 de octubre de 2012

PINOCHO

VERSIÓN GANADORA DEL CUENTO DE PINOCHO POR ORGAV


Título: PINOCHO Y PANOCHA
Escrito por: Orgav. (Verónica Orozco)


Erase una vez, en un pueblecito cualquiera, había un duendecito que vivía en los pinos del parque. El duendecillo se llamaba Panocha. Un día muy feo, de lluvia y grandes truenos y relámpagos, Panocha pasó todo el día metido dentro de uno de los pinos esperando que dejara de llover. De pronto, del cielo cayó un gran rayo que fue a parar directamente al pino donde Panocha estaba. Tal fue la fuerza del rayo que el pino se rompió por la mitad y se quemó. El pobre Panocha no pudo salir y su pequeño cuerpo de diendecillo también se quemó. ¡¡Pero no os pongáis tristes!! todos sabemos que los duendes son mágicos y que no mueren. Y aunque Panocha no tenía cuerpo, su alma se quedó dentro de un gran tozo de rama que se salvó del fuego.
-¿Y ahora qué voy a hacer?- se preguntaba Panocha- soy un duendecillo atrapado en una rama... me voy a quedar así toda la vida, ¡Ojalá alguien me pudiese ayudar! - pensó Panocha muy triste.
Aquella noche, mientras Panocha dormía encerrado en aquella rama, el hada de los deseos apareció, se había enterado de lo que le había ocurrido a Panocha y le quiso ayudar.
- ¡Panocha, Panocha, despierta Panocha!- decía el hada de los deseos.
- ¡Si! ¿Quién es?- preguntó Panocha despistado.
- Hola Panocha, soy el hada de los deseos, me he enterado de lo ocurrido y he venido a ayudarte. Solo tienes que pedirme un deseo y te lo concederé, pero ya sabes que antes de que te lo conceda tienes que hacer algo bueno para ganártelo.
- ¡Hada! ¿Eres tu hada? ¡Ayúdame por favor! El rayo quemó el árbol y mi cuerpo con él y ahora estoy atrapado aquí dentro, ¡Ayúdame por favor, no quiero estar así para toda la vida!- suplicó Panocha al hada.
- No te preocupes Panocha, si tu deseo es salir de esa rama, yo te lo concederé pero a cambio debes ayudar a alguien que lo necesite, cuando lo consigas podrás salir de esa rama y volver a ser quien eras.
- ¡Pero como voy a hacerlo! ¡Soy una rama! ¿cómo voy a ayudar a nadie siendo así? - decía Panocha muy enfadado.
- No te preocupes Panocha, ya verás que pronto cumplirás tu misión.
Y así fue, al día siguiente, mucho antes de que saliese el sol, apareció por el camino de los pinos un carromato viejo conducido por un anciano de pelos blancos y de nariz muy puntiaguda. El anciano iba recogiendo madera para la chimenea, para pasar el invierno.
- ¡Mira que rama mas buena!- dijo en anciano al ver la gran rama tirada en el suelo- Con esta gran rama podré calentar mi hogar a la vez que disfruto de su aroma a pino.
Y así fue, el anciano cogió la rama donde estaba encerrado el duendecillo y la puso en el carromato junto con el resto de la madera. El pobre de Panocha escuchó el plan que tenía el anciano para aquella rama y se quedó muy preocupado. Si aquel anciano quemaba la rama, ¿cómo iba a cumplir él su misión? Al llegar a casa, el anciano colocó toda la leña para pasar el duro y frío invierno en la leñara.
El tiempo pasaba y el invierno se hacía notar. Todas las mañanas el anciano se presentaba en la leñera y cogía unos cuantos tronco para calentar la casa. El pobre de Panocha, cuando escuchaba los pasos del anciano, hacía magia y movía la rama al fondo del cuartillo para que así el anciano no la echara a la chimenea.
El anciano era un viejo carpintero jubilado que se había ido a vivir al campo y hacía muchos años que ya no hacía muebles para la gente. La vida en el campo era algo que le encantaba, tenía sus tierras y sus animales y de cuando en cuando le iba a visitar un amigo suyo, pero este año el invierno estaba siendo muy malo y no podía moverse de casa, los animales estaba encerrados y las tierras no se podían trabajar y su amigo no podía ir a visitarlo, así pues, el pobre anciano estaba muy aburrido y solo.
- ¡Vaya!, el invierno está siendo demasiado duro. - se lamentaba- no puedo salir, no deja de llover y mi amigo no puede venir de la ciudad. ¡Me siento tan solo! ¡Ojalá tuviera alguien que me hiciera compañía!- decía en anciano muy entristecido por la soledad-
De pronto se le ocurrió una idea.
- ¡Ya se que voy a hacer!- exclamó el anciano con ilusión- voy a buscar un buen tronco de madera y voy a hacer un muñeco, así estaré entretenido y podré contarle mis historias, al menos me sentiré menos solo mientras dure este mal tiempo.
Y así lo hizo. El anciano se fue a la leñera en busca de un buen tronco. Panocha que escuchó sus pasos hizo su magia para esconderse en el fondo entre la poca leña que quedaba, mientras el anciano abría la puerta del cuartillo.
- Vamos a ver que trozo estará mejor- decía el anciano mientras movía los troncos - ¡hace tanto tanto frío, bruuuuu!- se estremecía.
Panocha al escuchar las palabras del anciano se asustó mucho, no sabía que iba a hacer para que no le encontrase. Intentó hacer magia para esconderse pero en su intento dejó caer varios troncos que tenía encima, de tal modo que se quedó al descubierto. El anciano al escuchar el estruendo de los troncos al caer fue hasta el lugar y entonces lo vio.
- ¡Aquí estás!- dijo el anciano muy ilusionado- eres el tronco perfecto- dijo el anciano al coger la rama donde estaba Panocha.
- ¡Vaya, tenía que haberme quedado quieto! ¡Ahora me van a quemar en la chimenea y ya no podré volver a ser quien era....!- se lamentaba Panocha.
El anciano entró en la casa, llevaba un carrillo lleno de leña y la gran rama. Soltó la madera en el suelo junto a la chimenea y se marchó al cuarto de las herramientas para encontrar todo lo que necesitaba. Al poco entró en la sala de la chimenea y dijo.
- Antes de empezar voy a poner leña en la chimenea para calentar en la casa, así estaré mejor.
Y así lo hizo, el anciano empezó a meter leña en la chimenea mientras Panocha se temía lo peor, cada vez metía más leña en la chimenea y cada vez estaba más y más cerca de su rama. Aquello le produjo una impresión tan grande que se desmayó.
El anciano terminó de meter la leña en la chimenea y cogió la gran rama donde estaba Panocha y haciendo un gran esfuerzo la llevó al cuarto de trabajos y empezó a tratar el trozo de madera de pino.
- Esta rama parece muy especial, tiene un color precioso, creo que va a quedar un muñeco perfecto.
El anciano pasó todo el día y toda la noche trabajando en la madera y creó su muñeco. Era precioso y tenía muchos detalles. En su cara tenía pintada una gran sonrisa y unos ojos marrones muy grandes. El anciano le puso unas ropas viejas que tenía y el muñeco parecía una persona de verdad.
-¡Vaya, qué bien me ha quedado! ¡Si parece de verdad y todo!- dijo en anciano mientras admiraba su trabajo- Bueno, creo que ya es hora de descansar un poco, he trabajado mucho y estoy agotado, mañana será otro día.
El anciano se fue a dormir y la noche transcurría lentamente. De pronto Panocha se despertó de su desmayo y se sorprendió al ver que no estaba ardiendo.
- ¿Dónde estoy? ¿Ya me he quemado...? - decía Panocha un poco perdido.
Se sentía pesado, como si algo tirase de él. Miró hacia abajo y vio que la rama ahora no era un rama, todo había cambiado. De pronto vio cruzar un brazo ante sus ojos, luego otro, aquello le producía una sensación extraña, sentía la necesidad de moverse. De pronto se sorprendió poniéndose en pié encima de la mesa donde estaba, se dio la vuelta y se vio reflejado en un espejo.
- ¡Pero esto qué es!- dijo sorprendido. Pensó en mover los brazos y se movieron, pensó en dar un salto y saltó... - ¿Soy un muñeco de madera? ¿el anciano ha construido un muñeco de madera con la gran rama?- se preguntaba Panocha.
Aquello le hizo mucha gracia, la idea de ser un muñeco era mucho mejor que terminar quemado en una chimenea.
- Ha debido hacerlo mientras estaba desmayado- Pensó Panocha. De pronto escuchó ruido que procedía de la habitación donde dormía el anciano y se dejó caer sobre la mesa.
- Que bien he dormido. Voy a tomar un vaso de leche fresca, he trabajado tanto que no me he
parado a comer nada y ahora tengo hambre- decía el anciano mientras iba hacia la cocina.
El hombre no se dio cuenta de que el muñeco ya no estaba como él lo había dejado, estaba tan cansado que no se fijó en ello. Entró en la cocina sin encender la luz y fue a buscar la leche y un vaso para tomarla, de pronto se tropezó con algo que no vio y cayó al suelo creando un gran estruendo,
Panocha se quedó muy quieto, no quería moverse. Estaba esperando que el anciano volviese a salir de la cocina pero pasado unos segundo tras escuchar el estruendo y no volvió a escuchar nada. Los minutos pasaban y Panocha empezó a preocuparse.
- ¿Será qué le ha pasado algo al anciano? - se preguntaba- creo que le ha pasado algo, tengo que ayudarle- dijo muy preocupado.- ¡Hola, hola!- se atrevió a gritar el duendecillo desde aquel cuerpo de madera.
Panocha, al ver que el anciano no contestaba se dio cuenta de que aquel hombre necesitaba ayuda y sin pensarlo levantó aquel cuerpo de madera, bajó de la mesa y entró en la cocina. Tras la mesa y tirado en el suelo estaba el pobre anciano.
- ¡Hola! ¿Está bien señor?- preguntaba Panocha esperando alguna respuesta. Al ver que no respondía decidió acercarse a él e intentar reanimarlo.- Mojaré unos trapos en agua caliente y se los pondré por la cara y las manos, seguro que el calor le hará reaccionar.
Y así lo hizo, empezó a poner trapos calientes en la cabeza del anciano y en sus manos mientras esperaba alguna reacción. De pronto, el anciano soltó un quejido y empezó a hacer pequeños movimientos.
- ¡Vaya, que golpe más grande me he dado!- dijo el hombre con voz rota y llevándose una mano a la cabeza.
- ¿Está bien?- le preguntó Panocha muy preocupado y sin pensar que ahora era un muñeco de madera.
- ¡Si, si, estoy bien! Sólo ha sido un golpe en la cabeza...
De pronto en anciano abrió los ojos y se quedó muy sorprendido, a su lado estaba el muñeco que acababa de crear con sus propias manos, estaba allí mirándole y preguntándole si estaba bien.
- ¿Pero tu eres el muñeco de madera que he creado? ¿cómo es que estás vivo?- preguntó el anciano.
- ¡Enn, pues.... yo...!- dijo Panocha sin saber como explicar lo ocurrido.
- No te preocupes- dijo el anciano- sea como sea, tu me has salvado, si no llega a ser por tus atenciones me hubiera muerto de frio aquí tirado. Muchas gracias amigo.- Dijo el anciano muy agradecido.
- No hay porqué darlas, yo solo he hecho lo que cualquier persona hubiera hecho. ¿Le ayudo a levantarse?- dijo Panocha mientras le daba la mano al anciano y tiraba de él.
- Gracias muchacho, ¿cuál es tu nombre? Si es que tienes uno, yo aun no te lo he puesto.
- Mi nombre es Panocha ¿y usted cómo se llama?- preguntó Panocha.
- Mi nombre es Pinocho, me llaman así por mi larga nariz. Encantado Panocha- dijo el anciano.
Pinocho y Panocha empezaron a hablar y a contarse cada uno su historia. Panocha le contó como llegó a estar encerrado en aquel tronco y Pinocho le contó porqué creó aquel muñeco. El viejo le contó que se sentía muy solo y que necesitaba sentirse en compañía de algún modo. Panocha estaba encantado de hablando con el anciano, sentía la necesidad de quedarse con aquel hombre haciéndole compañía.
De pronto en medio de la cocina, apareció el hada de los deseos para cumplir el deseo de Panocha.
- ¡Hola Panocha! ¡Felicidades por tu buena obra! Debes tener más confianza en ti mismo, aun siendo un trozo de madera has podido ayudar a este buen hombre. Te felicito, ahora voy a cumplir con mi palabra y cumpliré tu deseo.
- ¡Hadaaaa! ¡Qué alegría verte!- dijo el duendecillo muy contento.
De pronto, Panocha se acordó de su deseo y recordó lo sólo que se había sentido viviendo entre los árboles del parque y sintió la necesidad de quedarse con aquel buen hombre.
- Bueno hada, me gustaría cambiar mi deseo- dijo- no quiero seguir siendo un muñeco de madera pero tampoco quiero volver a ser un duendecillo. Me he sentido mucho tiempo solo viviendo en los pinos del parque. He pensado que lo justo sería que me convirtieras en una persona de verdad- comentó Panocha- creo que si me concedes ese deseo podré hacerme una casa cerca de Pinocho y así podemos ayudarnos y hacernos compañía- le explicó en duende.
- La verdad, Panocha, es que has sido muy valiente y bondadoso y te mereces que tu deseo se haga realidad. En tres toques de mi varita te concederé tu deseo ¡Uno, dos y tres... chasssss!- Y Panocha se convirtió en un hombre.
Y así fue como Pinocho y Panocha nunca más volvieron a sentirse solos. Panocha construyó una casa cerca de Pinocho. En los días que hacía buen tiempo quedaban con sus amigos y hacían fiestas y en las tardes de lluvia las pasaban juntos contando sus aventuras y tomando café, mientras disfrutaban de su compañía y de una gran amistad.
Con todo esto, Panocha aprendió que si haces algo bueno por alguien, la vida te gratifica haciendo algo bueno por ti.
Fin.
(Orgav)

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