VERSIÓN GANADORA DEL CUENTO LAS HABICHUELAS MÁGICAS
Título: Las habichuelas mágicas.
Escritor/a: Orgav (Verónica Orozco)
Hola me llano Carlota, tengo seis años y me encanta la navidad. Cuando llega el mes de diciembre me pongo muy contenta y no puedo dejar de pensar en poner los adornos de navidad por toda la casa. El año pasado mamá me dejó que le ayudase, así que este año estoy deseando empezar a adornar.
- Mamá, ¿cuándo vamos a poner los adornos de navidad?- le pregunto. La verdad es que aquella debía de ser la décima vez en ese día que se lo había preguntado.
- Cielo, debes esperar, papá está va a regresar pronto del trabajo y traerá los adornos del trastero.
- Está bien... esperaré- le dije. Papá suele trabajar hasta las ocho de la tarde, así que creó que se me hará muy largo.
Eran las diez de la noche y papá aun no había regresado. Yo estaba sentada con mamá en la mesa de la cocina tomando la cena, mazorcas de maíz ¡Uuumm!.
- Mamá, ¿cuándo...?
- Carlota, no me preguntes más por los adornos de navidad, los pondremos mañana.
- ¡Pero mamá, si no te iba a preguntar eso...!- le dije un poco entristecida- te iba a preguntar que cuando va a venir papá.
- Perdona cielo, me he confundido. Papá se ha tenido que quedar más tiempo en el trabajo, pronto llegará. Tu termina de cenar y vete a la cama que mañana tendremos mucho que hacer.
- Vale, mamá.- le dije- ¡Ay, que dolor!- de pronto me entró un dolor en la boca y empezó a salirme sangre, era un diente, se me había caído y se quedó hincado en la mazorca de maíz.
- ¡Vaya, se te ha caído otro diente, felicidades mi amor! Ponlo bajo la almohada.
- ¡Bien, esta noche vendrá el Sr. Ratón Pérez y mañana a poner la navidad!- dije muy ilusionada y me abracé a mi madre muy fuerte y le dí un gran beso.
Pronto me fui a mi habitación, no quería acostarme hasta que llegase papá, estaba preocupada y necesitaba enseñarle mi diente, así que me quedé leyendo un libro.
A poco rato escuché a papá llegar, estaba hablando muy alterado con mamá. Quise ir a saludarle pero antes de cruzar la esquina de la cocina me paré a escuchar.
- ¿Y ahora que vamos a hacer?- decía mamá llorando.
- Pues no sé, tendré que buscar trabajo en otro lado, no creo que tarde mucho en encontrar algo- decía papá.
- Pero, ¿y si no lo encuentras? ¿sabes todo lo que se nos viene encima?
- Ya lo sé cariño pero yo no tengo la culpa de que me hayan despedido, sólo soy un trabajador más... Buscaré trabajo en lo que sea, no te preocupes- dijo mi padre.
Aquello me puso muy triste, me dolía escuchar a mamá llorar y saber que papá estaba preocupado sin trabajo. No entendía muy bien que significado tenía todo aquello ni que quería decir las palabras de mamá pero todo aquello me hizo llorar a mi. Me fui corriendo a mi cuarto y me tiré en la cama, me aseguré que el diente estuviera aun debajo de la almohada y continué llorando hasta quedarme dormida.
A la mañana siguiente me desperté con los ojos hinchados y sin ganas de nada. No me gustaba saber que mis padres estaban mal. Se me escapó un bostezo y sentí como el aire pasaba entre mis dientes, entonces me acordé ¡El Sr. Ratón Pérez!. Miré bajo la almohada y encontré tres habichuelas verdes y una nota que decía, “ Lo siento mucho pero este año no te puedo dejar dinero, el trabajo está regular, en su lugar te dejo tres habichuelas mágicas, sólo tienes que plantarlas y pedir un deseo, por cada una, cuando les dé el sol, se cumplirán. Suerte. Firmado Sr. Ratón Pérez”.
- ¡Tres habichuelas mágicas!, ¿pero qué regalo es este?- me dije y me fui a desayunar.
Durante el desayuno no podía dejar de pensar en las habichuelas ni en los deseos, ¿qué podía pedir?, quizá una máquina PSP... no, eso ya se lo he pedido a los Reyes. Podía pedir unos patines nuevos y una bici nueva y... ¡¡uff!! ¡pero qué difícil!... Estaba tan metida en mis pensamientos que ni desayuné. Mamá estaba haciendo la comida y la escuchaba sorberse los mocos. Pensé que estaría resfriada. Cuando se giró un instante para coger el trapo de la cocina le vi que tenía los ojos llorosos
- ¿Qué te pasa mamá? ¿Por qué estás llorando?- le pregunté.
- Llorando.... no te preocupes cariño, no me pasa nada, es la cebolla que me hace llorar, es muy fuerte, ¿ves?- y me la acercó para que la oliese.
De pronto entró papá en la cocina, llevaba un periódico en las manos y el teléfono. Eran las diez de la mañana y papá normalmente a esa hora estaría trabajando.
- Hola papá, buenos días- le dije.
- Hola mi vida – me dijo.
- ¿Sabes qué papá? Ayer se me …
- Ahora no puedo Carlota- me interrumpió papá, iba a contarle lo de mi diente y las habichuelas pero no me dejó- estoy haciendo una cosa muy importante, después me lo cuentas- me dijo papá muy serio. Nunca lo había visto así.
- Cariño, ¿te pongo unas tostadas con el café?- dijo mamá a papá.
- No gracias, no tengo ganas de nada. No te preocupes- dijo y siguió leyendo el periódico y llamando por teléfono.
Mamá se fue al frigorífico y otra vez empezó a escucharse como lloraba, ¡pero yo le veía la cebolla ahora!. Creo que mi madre está triste por lo del trabajo de papá.
Me fui al jardín a buscar una maceta grande para plantar mis habichuelas. La encontré pero ahora no sabía muy bien que pedir. Me paseé por el jardín esperando las ideas pero nada. De pronto escuché unas voces, venían de la cocina, me asomé por la ventana y vi a papá y mamá discutir, no sabía muy bien que es lo que decían pero estaban muy mal. Mamá lloraba y se agarraba la barriga, papá también empezó a llorar y se abrazaron durante un gran rato. Aquello me puso muy triste, jamás había visto así a mis padres, sea lo que sea, lo que pasase, no era bueno y me puse a llorar.
De pronto se me ocurrió que deseos pedir a las habichuelas. Cogí las habichuelas y las hundí en la arena de aquella gran maceta. Cada vez que cogía una y la metía bajo tierra, cerraba los ojos y formulaba mi deseo, así hasta plantar las tres.
El día pasó muy rápido. Nada había cambiado, mis padres estaban mal y la navidad no había llegado a casa. Aquella noche me fui a la cama muy temprano, estaba muy cansada, aunque no me podía dormir.
A la mañana siguiente estaba agotada, eran las doce y aun seguía dormida. Por momentos me despertaba, el teléfono había sonado varias veces, la voces había vuelto y yo no tenía ganas de levantarme y me volvía a dormir.
Pasado un rato mis padres entraron en mi habitación.
- Carlota cariño, despierta- decían- ¡venga arriba dormilona!
- ¿Qué pasa...?- dije, de pronto vi a mis padres sonriendo y con gorros de Papá Noel puestos en la cabeza.
- Vamos dormilona, levántate que tenemos muchas cosas que contarte.- me dijeron.
La verdad es que estaba sorprendida, estaban muy contentos. Me levanté y me vestí. Antes de nada me asomé por la ventana para ver el jardín y vi que en la gran maceta donde planté las habichuelas había un gran árbol de navidad lleno de luces y adornos ¡increíble!. Bajé al salón y para mi sorpresa todo estaba precioso, estaba lleno de adornos de navidad y olía a galletas de mantequilla. Papá y mamá se sentaron junto a mi en el sillón y me contaron todo lo que había pasado, me explicaron lo de el trabajo de papá y me dijeron que le habían llamado de otro sitio para trabajar y que empezaba mañana. También aprovecharon y me contaron que dentro de cinco meses iba a tener un hermanito. Yo estaba muy contenta, todo aquello eran buenas noticias pero lo mejor de todo es que mis tres deseos se habían cumplido: papá encontró un trabajo nuevo, mamá dejó de estar triste y de llorar y la navidad había llegado a casa . Y de regalo.. ¡Un hermano! ¡Qué más podía desear!
Estas son las navidades más felices de toda mi vida y las habichuelas y el árbol, mi gran secreto.
Fin.
Cuento original propiedad de Orgav (Verónica Orozco)
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