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jueves, 31 de enero de 2013

LAS HABICHUELAS MÁGICAS


VERSIÓN GANADORA DEL CUENTO LAS HABICHUELAS MÁGICAS
Título: Las habichuelas mágicas.
Escritor/a: Orgav (Verónica Orozco)
Hola me llano Carlota, tengo seis años y me encanta la navidad. Cuando llega el mes de diciembre me pongo muy contenta y no puedo dejar de pensar en poner los adornos de navidad por toda la casa. El año pasado mamá me dejó que le ayudase, así que este año estoy deseando empezar a adornar.
  • Mamá, ¿cuándo vamos a poner los adornos de navidad?- le pregunto. La verdad es que aquella debía de ser la décima vez en ese día que se lo había preguntado.
  • Cielo, debes esperar, papá está va a regresar pronto del trabajo y traerá los adornos del trastero.
  • Está bien... esperaré- le dije. Papá suele trabajar hasta las ocho de la tarde, así que creó que se me hará muy largo.
Eran las diez de la noche y papá aun no había regresado. Yo estaba sentada con mamá en la mesa de la cocina tomando la cena, mazorcas de maíz ¡Uuumm!.
  • Mamá, ¿cuándo...?
  • Carlota, no me preguntes más por los adornos de navidad, los pondremos mañana.
  • ¡Pero mamá, si no te iba a preguntar eso...!- le dije un poco entristecida- te iba a preguntar que cuando va a venir papá.
  • Perdona cielo, me he confundido. Papá se ha tenido que quedar más tiempo en el trabajo, pronto llegará. Tu termina de cenar y vete a la cama que mañana tendremos mucho que hacer.
  • Vale, mamá.- le dije- ¡Ay, que dolor!- de pronto me entró un dolor en la boca y empezó a salirme sangre, era un diente, se me había caído y se quedó hincado en la mazorca de maíz.
  • ¡Vaya, se te ha caído otro diente, felicidades mi amor! Ponlo bajo la almohada.
  • ¡Bien, esta noche vendrá el Sr. Ratón Pérez y mañana a poner la navidad!- dije muy ilusionada y me abracé a mi madre muy fuerte y le dí un gran beso.
Pronto me fui a mi habitación, no quería acostarme hasta que llegase papá, estaba preocupada y necesitaba enseñarle mi diente, así que me quedé leyendo un libro.
A poco rato escuché a papá llegar, estaba hablando muy alterado con mamá. Quise ir a saludarle pero antes de cruzar la esquina de la cocina me paré a escuchar.
  • ¿Y ahora que vamos a hacer?- decía mamá llorando.
  • Pues no sé, tendré que buscar trabajo en otro lado, no creo que tarde mucho en encontrar algo- decía papá.
  • Pero, ¿y si no lo encuentras? ¿sabes todo lo que se nos viene encima?
  • Ya lo sé cariño pero yo no tengo la culpa de que me hayan despedido, sólo soy un trabajador más... Buscaré trabajo en lo que sea, no te preocupes- dijo mi padre.
Aquello me puso muy triste, me dolía escuchar a mamá llorar y saber que papá estaba preocupado sin trabajo. No entendía muy bien que significado tenía todo aquello ni que quería decir las palabras de mamá pero todo aquello me hizo llorar a mi. Me fui corriendo a mi cuarto y me tiré en la cama, me aseguré que el diente estuviera aun debajo de la almohada y continué llorando hasta quedarme dormida.
A la mañana siguiente me desperté con los ojos hinchados y sin ganas de nada. No me gustaba saber que mis padres estaban mal. Se me escapó un bostezo y sentí como el aire pasaba entre mis dientes, entonces me acordé ¡El Sr. Ratón Pérez!. Miré bajo la almohada y encontré tres habichuelas verdes y una nota que decía, “ Lo siento mucho pero este año no te puedo dejar dinero, el trabajo está regular, en su lugar te dejo tres habichuelas mágicas, sólo tienes que plantarlas y pedir un deseo, por cada una, cuando les dé el sol, se cumplirán. Suerte. Firmado Sr. Ratón Pérez”.
  • ¡Tres habichuelas mágicas!, ¿pero qué regalo es este?- me dije y me fui a desayunar.
Durante el desayuno no podía dejar de pensar en las habichuelas ni en los deseos, ¿qué podía pedir?, quizá una máquina PSP... no, eso ya se lo he pedido a los Reyes. Podía pedir unos patines nuevos y una bici nueva y... ¡¡uff!! ¡pero qué difícil!... Estaba tan metida en mis pensamientos que ni desayuné. Mamá estaba haciendo la comida y la escuchaba sorberse los mocos. Pensé que estaría resfriada. Cuando se giró un instante para coger el trapo de la cocina le vi que tenía los ojos llorosos
  • ¿Qué te pasa mamá? ¿Por qué estás llorando?- le pregunté.
  • Llorando.... no te preocupes cariño, no me pasa nada, es la cebolla que me hace llorar, es muy fuerte, ¿ves?- y me la acercó para que la oliese.
De pronto entró papá en la cocina, llevaba un periódico en las manos y el teléfono. Eran las diez de la mañana y papá normalmente a esa hora estaría trabajando.
  • Hola papá, buenos días- le dije.
  • Hola mi vida – me dijo.
  • ¿Sabes qué papá? Ayer se me …
  • Ahora no puedo Carlota- me interrumpió papá, iba a contarle lo de mi diente y las habichuelas pero no me dejó- estoy haciendo una cosa muy importante, después me lo cuentas- me dijo papá muy serio. Nunca lo había visto así.
  • Cariño, ¿te pongo unas tostadas con el café?- dijo mamá a papá.
  • No gracias, no tengo ganas de nada. No te preocupes- dijo y siguió leyendo el periódico y llamando por teléfono.
Mamá se fue al frigorífico y otra vez empezó a escucharse como lloraba, ¡pero yo le veía la cebolla ahora!. Creo que mi madre está triste por lo del trabajo de papá.
Me fui al jardín a buscar una maceta grande para plantar mis habichuelas. La encontré pero ahora no sabía muy bien que pedir. Me paseé por el jardín esperando las ideas pero nada. De pronto escuché unas voces, venían de la cocina, me asomé por la ventana y vi a papá y mamá discutir, no sabía muy bien que es lo que decían pero estaban muy mal. Mamá lloraba y se agarraba la barriga, papá también empezó a llorar y se abrazaron durante un gran rato. Aquello me puso muy triste, jamás había visto así a mis padres, sea lo que sea, lo que pasase, no era bueno y me puse a llorar.
De pronto se me ocurrió que deseos pedir a las habichuelas. Cogí las habichuelas y las hundí en la arena de aquella gran maceta. Cada vez que cogía una y la metía bajo tierra, cerraba los ojos y formulaba mi deseo, así hasta plantar las tres.
El día pasó muy rápido. Nada había cambiado, mis padres estaban mal y la navidad no había llegado a casa. Aquella noche me fui a la cama muy temprano, estaba muy cansada, aunque no me podía dormir.
A la mañana siguiente estaba agotada, eran las doce y aun seguía dormida. Por momentos me despertaba, el teléfono había sonado varias veces, la voces había vuelto y yo no tenía ganas de levantarme y me volvía a dormir.
Pasado un rato mis padres entraron en mi habitación.
  • Carlota cariño, despierta- decían- ¡venga arriba dormilona!
  • ¿Qué pasa...?- dije, de pronto vi a mis padres sonriendo y con gorros de Papá Noel puestos en la cabeza.
  • Vamos dormilona, levántate que tenemos muchas cosas que contarte.- me dijeron.
La verdad es que estaba sorprendida, estaban muy contentos. Me levanté y me vestí. Antes de nada me asomé por la ventana para ver el jardín y vi que en la gran maceta donde planté las habichuelas había un gran árbol de navidad lleno de luces y adornos ¡increíble!. Bajé al salón y para mi sorpresa todo estaba precioso, estaba lleno de adornos de navidad y olía a galletas de mantequilla. Papá y mamá se sentaron junto a mi en el sillón y me contaron todo lo que había pasado, me explicaron lo de el trabajo de papá y me dijeron que le habían llamado de otro sitio para trabajar y que empezaba mañana. También aprovecharon y me contaron que dentro de cinco meses iba a tener un hermanito. Yo estaba muy contenta, todo aquello eran buenas noticias pero lo mejor de todo es que mis tres deseos se habían cumplido: papá encontró un trabajo nuevo, mamá dejó de estar triste y de llorar y la navidad había llegado a casa . Y de regalo.. ¡Un hermano! ¡Qué más podía desear!
Estas son las navidades más felices de toda mi vida y las habichuelas y el árbol, mi gran secreto.
Fin.
Cuento original propiedad de Orgav (Verónica Orozco)
Todos los derechos reservados.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Los siete cabritillos



Versión ganadora de cuento Los siete cabritillos
Autora: Mª. Belén Diéguez.
Género: Cuento infantil.

Era un precioso día primaveral y Adela tenía que salir para hacer unas compras, estaba radiante de felicidad porque era de sus días favoritos, donde la brisa te agitaba el cabello y acariciaba el rostro, haciéndote llegar el aroma de las flores y el canto de los pajarillos.
Adela era una gran apasionada de los sonidos y,  el sonido de los pájaros al despertar,  era de sus preferidos.
Antes de salir llamó a sus retoños. Eran lo más grande e importante de su vida. La hacían sentir completa y sólo por esto ya era feliz.
Para ella nombrarlos era como música celestial para sus oídos. Se llamaban como las notas musicales DO, RE, MI, FA, SOL, LA, SI.
El día comenzaba con Adela poniendo música en todos los rincones de su hogar, nombrando a sus “joyas musicales” que era como los llamaba cariñosamente.
En cuanto sonaba el canto del gallo, Adela daba comienzo a su recital:
-DOOOOOOO, REEEEEEEEEEEEEE, MIIIIIIIIII, FAAAAAAAA, SOLLLLLLLLLLLLLLLLLLL, LAAAAAAAAAAAAAAAA, SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII.
Cómo en todos los hogares del mundo, los cabritillos empezaban a hacerse los remolones en la cama y Adela tenía que insistir en varias ocasiones, para deleite también de todos sus vecinos.
Empezaba una y otra vez a  invertir los nombres dando lugar a una sintonía a la que se unían el resto de animales que se encontraban alrededor.
Cuando ya estaban desayunando, les comentó que tenía que salir un ratito y les dio una lista de recomendaciones para que estuvieran a salvo.
Cuando Adela salió por la puerta, enseguida DO,  que era el mayor,  se dispuso a contarles el plan de la mañana:
-Chicos,  vamos a aprovechar a dar un paseo por el bosque para disfrutar de las maravillas de la naturaleza, me han dicho en la escuela, que hay una cascada impresionante y que deslizándote con unas tablas te lo pasas de miedo dejándote caer sobre ella.
El resto de los hermanos empezó a rascarse la cabeza, estaban pensando las consecuencias que les podía acarrear esta decisión después del aleccionamiento que les había dado su madre.
Al final decidieron que la vida era una aventura y se fueron directitos a disfrutar del agua y sus juegos.
Se lo pasaron de miedo haciendo piruetas para superar al otro, SI,  el benjamín de la familia, les daba muestras de superioridad, y les picaba diciéndoles:
-¿A que no sois capaces de superar esta?-mientras les mostraba una gran pirueta.
-¡Mirar, mirar, con las patas delanteras!-vacilando de su habilidad.
En pleno apogeo de la diversión escucharon una voz que les hizo crujir hasta los dientes.
-¿Qué ha sido eso?- dijeron al unísono.
-¡Qué miedo!-exclamaron los más pequeños,  al mismo tiempo que les temblaban las patas.
El bicho más feo, horripilante y repugnante que os podáis imaginar se estaba frotando las manos pensando en los manjares que le esperaban para comer.
Los tres mayores enseguida reaccionaron haciéndose cargo de los pequeños y salieron disparados. DO era muy prevenido y ya tenía previsto un lugar en caso de emergencia.
Se encerraron en el refugio del bosque que había cerca de la cascada, era el típico lugar donde los pastores se refugiaban cuando el clima lo requería, por lluvias, granizo ó nieve.
El bicharraco enseguida los alcanzó y consiguieron cerrar la puerta por los pelos. Irritadísimo por haberse quedado a dos dedos de asestar el primer mordisco al más pequeño no dejaba de dar fuertes golpes contra la puerta.
Convocaron una asamblea en su guarida y con palos en el suelo iban dibujando las posibles soluciones, después de barajar varias posibilidades, todos estuvieron de acuerdo en que lo mejor era escarbar y hacerse un túnel. DOhabía observado cuando iban de camino que el refugio estaba delante de unos matorrales.
El plan es el siguiente:
-Nos vamos a poner todos a escarbar, a unos 5 metros más o menos hay unos matorrales que nos van a servir para camuflarnos y poder salir corriendo de camino a casa-dijo DO.
Dicho y hecho,  antes de lo que tardaban en comerse una  ración de su plato favorito,  habían conseguido llegar al otro extremo.
Gracias al escándalo de alaridos que proclamaba el desagradable ser que les acechaba consiguieron hacer el túnel sin que se enterase de nada.
Cuando llegaron a casa, cerraron la puerta y consiguieron respirar con tranquilidad, los más pequeñines regañaron al mayor por haberles puesto en peligro, a lo que él les suplicó no informaran a su madre porque le podía castigar severamente.
Los pequeños fueron muy comprensivos y le prometieron que iba a ser un secreto de hermanos.
No habían conseguido recuperarse del susto, cuando alguien llamó a la puerta, diciendo:
-Hola cabritillos queridosssss, soy mamaaaaa, ya estoy en casaaaaaaaaaaaa.
Estaban a punto de abrir, impacientes por verla y abrazarla que era lo que más necesitaban en ese momento,  cuando el pequeño dijo:
-No abráis, por favor, no abráis -conozco a mamá perfectamente y no es ella.
El cabritillo portero se frenó en seco,  le pareció importante comprobar antes de abrir,  era lo que les había advertido tajantemente Adela, por lo que gritó:
-Antes de abrir, tarar
eanos la canción con la que nos despierta nuestra madre por la mañana.
El lobo que era muy listo había cogido a la madre y la obligó a cantar:
-DO, RE, MI, FA, SOL, LA, SI, DO, DO, SI, LA, SOL, FA, MI, RE, DOOOOOOOOOOOOOOOO.
-Ups! Parece ella-cuchichearon todos.
-No abriremos todavía, estamos seguros que será alguna treta. Tú eres el lobo.
-Enséñanos la pezuña por debajo de la puerta.
Y, enseguida el lobo,  hizo que la madre metiera la pezuña por debajo de la puerta.
Cuando la vieron, se pusieron todos a bailar de la alegría y a celebrarlo.
Bieeennnnnnnnnnnnnnnnnnnn, es mamá- por finnnnnnnnnnn.
Al abrir la puerta vieron como la soltó,  la tenía maniatada y con la boca tapada, la lanzó contra el suelo y salió disparado para comérselos a todos.
El amor de una madre no tiene límites y Adela consiguió darle una patada que le hizo perder el equilibrio y, ganar un tiempo precioso,  para que sus chicos se pudieran esconder. Los mayores aprovecharon sus nociones de artes marciales y le dieron una paliza que se quedó sin dientes, siendo de purés de lo único que se pudo alimentar el resto de si vida.
En cuanto consiguieron deshacerse del lobo, desataron a su madre y los ocho estuvieron abrazados y llorando de emoción al pensar que habían estado a punto de quedarse sin poder volver a disfrutar de estos momentos de amor familiar que les encantaba a todos.
Mientras la madre les decía:
-No cambiaría todo lo vivido por nada del mundo, cada vez valoro más vuestro amor y compañía. OS QUIERO.

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

miércoles, 31 de octubre de 2012

PINOCHO

VERSIÓN GANADORA DEL CUENTO DE PINOCHO POR ORGAV


Título: PINOCHO Y PANOCHA
Escrito por: Orgav. (Verónica Orozco)


Erase una vez, en un pueblecito cualquiera, había un duendecito que vivía en los pinos del parque. El duendecillo se llamaba Panocha. Un día muy feo, de lluvia y grandes truenos y relámpagos, Panocha pasó todo el día metido dentro de uno de los pinos esperando que dejara de llover. De pronto, del cielo cayó un gran rayo que fue a parar directamente al pino donde Panocha estaba. Tal fue la fuerza del rayo que el pino se rompió por la mitad y se quemó. El pobre Panocha no pudo salir y su pequeño cuerpo de diendecillo también se quemó. ¡¡Pero no os pongáis tristes!! todos sabemos que los duendes son mágicos y que no mueren. Y aunque Panocha no tenía cuerpo, su alma se quedó dentro de un gran tozo de rama que se salvó del fuego.
-¿Y ahora qué voy a hacer?- se preguntaba Panocha- soy un duendecillo atrapado en una rama... me voy a quedar así toda la vida, ¡Ojalá alguien me pudiese ayudar! - pensó Panocha muy triste.
Aquella noche, mientras Panocha dormía encerrado en aquella rama, el hada de los deseos apareció, se había enterado de lo que le había ocurrido a Panocha y le quiso ayudar.
- ¡Panocha, Panocha, despierta Panocha!- decía el hada de los deseos.
- ¡Si! ¿Quién es?- preguntó Panocha despistado.
- Hola Panocha, soy el hada de los deseos, me he enterado de lo ocurrido y he venido a ayudarte. Solo tienes que pedirme un deseo y te lo concederé, pero ya sabes que antes de que te lo conceda tienes que hacer algo bueno para ganártelo.
- ¡Hada! ¿Eres tu hada? ¡Ayúdame por favor! El rayo quemó el árbol y mi cuerpo con él y ahora estoy atrapado aquí dentro, ¡Ayúdame por favor, no quiero estar así para toda la vida!- suplicó Panocha al hada.
- No te preocupes Panocha, si tu deseo es salir de esa rama, yo te lo concederé pero a cambio debes ayudar a alguien que lo necesite, cuando lo consigas podrás salir de esa rama y volver a ser quien eras.
- ¡Pero como voy a hacerlo! ¡Soy una rama! ¿cómo voy a ayudar a nadie siendo así? - decía Panocha muy enfadado.
- No te preocupes Panocha, ya verás que pronto cumplirás tu misión.
Y así fue, al día siguiente, mucho antes de que saliese el sol, apareció por el camino de los pinos un carromato viejo conducido por un anciano de pelos blancos y de nariz muy puntiaguda. El anciano iba recogiendo madera para la chimenea, para pasar el invierno.
- ¡Mira que rama mas buena!- dijo en anciano al ver la gran rama tirada en el suelo- Con esta gran rama podré calentar mi hogar a la vez que disfruto de su aroma a pino.
Y así fue, el anciano cogió la rama donde estaba encerrado el duendecillo y la puso en el carromato junto con el resto de la madera. El pobre de Panocha escuchó el plan que tenía el anciano para aquella rama y se quedó muy preocupado. Si aquel anciano quemaba la rama, ¿cómo iba a cumplir él su misión? Al llegar a casa, el anciano colocó toda la leña para pasar el duro y frío invierno en la leñara.
El tiempo pasaba y el invierno se hacía notar. Todas las mañanas el anciano se presentaba en la leñera y cogía unos cuantos tronco para calentar la casa. El pobre de Panocha, cuando escuchaba los pasos del anciano, hacía magia y movía la rama al fondo del cuartillo para que así el anciano no la echara a la chimenea.
El anciano era un viejo carpintero jubilado que se había ido a vivir al campo y hacía muchos años que ya no hacía muebles para la gente. La vida en el campo era algo que le encantaba, tenía sus tierras y sus animales y de cuando en cuando le iba a visitar un amigo suyo, pero este año el invierno estaba siendo muy malo y no podía moverse de casa, los animales estaba encerrados y las tierras no se podían trabajar y su amigo no podía ir a visitarlo, así pues, el pobre anciano estaba muy aburrido y solo.
- ¡Vaya!, el invierno está siendo demasiado duro. - se lamentaba- no puedo salir, no deja de llover y mi amigo no puede venir de la ciudad. ¡Me siento tan solo! ¡Ojalá tuviera alguien que me hiciera compañía!- decía en anciano muy entristecido por la soledad-
De pronto se le ocurrió una idea.
- ¡Ya se que voy a hacer!- exclamó el anciano con ilusión- voy a buscar un buen tronco de madera y voy a hacer un muñeco, así estaré entretenido y podré contarle mis historias, al menos me sentiré menos solo mientras dure este mal tiempo.
Y así lo hizo. El anciano se fue a la leñera en busca de un buen tronco. Panocha que escuchó sus pasos hizo su magia para esconderse en el fondo entre la poca leña que quedaba, mientras el anciano abría la puerta del cuartillo.
- Vamos a ver que trozo estará mejor- decía el anciano mientras movía los troncos - ¡hace tanto tanto frío, bruuuuu!- se estremecía.
Panocha al escuchar las palabras del anciano se asustó mucho, no sabía que iba a hacer para que no le encontrase. Intentó hacer magia para esconderse pero en su intento dejó caer varios troncos que tenía encima, de tal modo que se quedó al descubierto. El anciano al escuchar el estruendo de los troncos al caer fue hasta el lugar y entonces lo vio.
- ¡Aquí estás!- dijo el anciano muy ilusionado- eres el tronco perfecto- dijo el anciano al coger la rama donde estaba Panocha.
- ¡Vaya, tenía que haberme quedado quieto! ¡Ahora me van a quemar en la chimenea y ya no podré volver a ser quien era....!- se lamentaba Panocha.
El anciano entró en la casa, llevaba un carrillo lleno de leña y la gran rama. Soltó la madera en el suelo junto a la chimenea y se marchó al cuarto de las herramientas para encontrar todo lo que necesitaba. Al poco entró en la sala de la chimenea y dijo.
- Antes de empezar voy a poner leña en la chimenea para calentar en la casa, así estaré mejor.
Y así lo hizo, el anciano empezó a meter leña en la chimenea mientras Panocha se temía lo peor, cada vez metía más leña en la chimenea y cada vez estaba más y más cerca de su rama. Aquello le produjo una impresión tan grande que se desmayó.
El anciano terminó de meter la leña en la chimenea y cogió la gran rama donde estaba Panocha y haciendo un gran esfuerzo la llevó al cuarto de trabajos y empezó a tratar el trozo de madera de pino.
- Esta rama parece muy especial, tiene un color precioso, creo que va a quedar un muñeco perfecto.
El anciano pasó todo el día y toda la noche trabajando en la madera y creó su muñeco. Era precioso y tenía muchos detalles. En su cara tenía pintada una gran sonrisa y unos ojos marrones muy grandes. El anciano le puso unas ropas viejas que tenía y el muñeco parecía una persona de verdad.
-¡Vaya, qué bien me ha quedado! ¡Si parece de verdad y todo!- dijo en anciano mientras admiraba su trabajo- Bueno, creo que ya es hora de descansar un poco, he trabajado mucho y estoy agotado, mañana será otro día.
El anciano se fue a dormir y la noche transcurría lentamente. De pronto Panocha se despertó de su desmayo y se sorprendió al ver que no estaba ardiendo.
- ¿Dónde estoy? ¿Ya me he quemado...? - decía Panocha un poco perdido.
Se sentía pesado, como si algo tirase de él. Miró hacia abajo y vio que la rama ahora no era un rama, todo había cambiado. De pronto vio cruzar un brazo ante sus ojos, luego otro, aquello le producía una sensación extraña, sentía la necesidad de moverse. De pronto se sorprendió poniéndose en pié encima de la mesa donde estaba, se dio la vuelta y se vio reflejado en un espejo.
- ¡Pero esto qué es!- dijo sorprendido. Pensó en mover los brazos y se movieron, pensó en dar un salto y saltó... - ¿Soy un muñeco de madera? ¿el anciano ha construido un muñeco de madera con la gran rama?- se preguntaba Panocha.
Aquello le hizo mucha gracia, la idea de ser un muñeco era mucho mejor que terminar quemado en una chimenea.
- Ha debido hacerlo mientras estaba desmayado- Pensó Panocha. De pronto escuchó ruido que procedía de la habitación donde dormía el anciano y se dejó caer sobre la mesa.
- Que bien he dormido. Voy a tomar un vaso de leche fresca, he trabajado tanto que no me he
parado a comer nada y ahora tengo hambre- decía el anciano mientras iba hacia la cocina.
El hombre no se dio cuenta de que el muñeco ya no estaba como él lo había dejado, estaba tan cansado que no se fijó en ello. Entró en la cocina sin encender la luz y fue a buscar la leche y un vaso para tomarla, de pronto se tropezó con algo que no vio y cayó al suelo creando un gran estruendo,
Panocha se quedó muy quieto, no quería moverse. Estaba esperando que el anciano volviese a salir de la cocina pero pasado unos segundo tras escuchar el estruendo y no volvió a escuchar nada. Los minutos pasaban y Panocha empezó a preocuparse.
- ¿Será qué le ha pasado algo al anciano? - se preguntaba- creo que le ha pasado algo, tengo que ayudarle- dijo muy preocupado.- ¡Hola, hola!- se atrevió a gritar el duendecillo desde aquel cuerpo de madera.
Panocha, al ver que el anciano no contestaba se dio cuenta de que aquel hombre necesitaba ayuda y sin pensarlo levantó aquel cuerpo de madera, bajó de la mesa y entró en la cocina. Tras la mesa y tirado en el suelo estaba el pobre anciano.
- ¡Hola! ¿Está bien señor?- preguntaba Panocha esperando alguna respuesta. Al ver que no respondía decidió acercarse a él e intentar reanimarlo.- Mojaré unos trapos en agua caliente y se los pondré por la cara y las manos, seguro que el calor le hará reaccionar.
Y así lo hizo, empezó a poner trapos calientes en la cabeza del anciano y en sus manos mientras esperaba alguna reacción. De pronto, el anciano soltó un quejido y empezó a hacer pequeños movimientos.
- ¡Vaya, que golpe más grande me he dado!- dijo el hombre con voz rota y llevándose una mano a la cabeza.
- ¿Está bien?- le preguntó Panocha muy preocupado y sin pensar que ahora era un muñeco de madera.
- ¡Si, si, estoy bien! Sólo ha sido un golpe en la cabeza...
De pronto en anciano abrió los ojos y se quedó muy sorprendido, a su lado estaba el muñeco que acababa de crear con sus propias manos, estaba allí mirándole y preguntándole si estaba bien.
- ¿Pero tu eres el muñeco de madera que he creado? ¿cómo es que estás vivo?- preguntó el anciano.
- ¡Enn, pues.... yo...!- dijo Panocha sin saber como explicar lo ocurrido.
- No te preocupes- dijo el anciano- sea como sea, tu me has salvado, si no llega a ser por tus atenciones me hubiera muerto de frio aquí tirado. Muchas gracias amigo.- Dijo el anciano muy agradecido.
- No hay porqué darlas, yo solo he hecho lo que cualquier persona hubiera hecho. ¿Le ayudo a levantarse?- dijo Panocha mientras le daba la mano al anciano y tiraba de él.
- Gracias muchacho, ¿cuál es tu nombre? Si es que tienes uno, yo aun no te lo he puesto.
- Mi nombre es Panocha ¿y usted cómo se llama?- preguntó Panocha.
- Mi nombre es Pinocho, me llaman así por mi larga nariz. Encantado Panocha- dijo el anciano.
Pinocho y Panocha empezaron a hablar y a contarse cada uno su historia. Panocha le contó como llegó a estar encerrado en aquel tronco y Pinocho le contó porqué creó aquel muñeco. El viejo le contó que se sentía muy solo y que necesitaba sentirse en compañía de algún modo. Panocha estaba encantado de hablando con el anciano, sentía la necesidad de quedarse con aquel hombre haciéndole compañía.
De pronto en medio de la cocina, apareció el hada de los deseos para cumplir el deseo de Panocha.
- ¡Hola Panocha! ¡Felicidades por tu buena obra! Debes tener más confianza en ti mismo, aun siendo un trozo de madera has podido ayudar a este buen hombre. Te felicito, ahora voy a cumplir con mi palabra y cumpliré tu deseo.
- ¡Hadaaaa! ¡Qué alegría verte!- dijo el duendecillo muy contento.
De pronto, Panocha se acordó de su deseo y recordó lo sólo que se había sentido viviendo entre los árboles del parque y sintió la necesidad de quedarse con aquel buen hombre.
- Bueno hada, me gustaría cambiar mi deseo- dijo- no quiero seguir siendo un muñeco de madera pero tampoco quiero volver a ser un duendecillo. Me he sentido mucho tiempo solo viviendo en los pinos del parque. He pensado que lo justo sería que me convirtieras en una persona de verdad- comentó Panocha- creo que si me concedes ese deseo podré hacerme una casa cerca de Pinocho y así podemos ayudarnos y hacernos compañía- le explicó en duende.
- La verdad, Panocha, es que has sido muy valiente y bondadoso y te mereces que tu deseo se haga realidad. En tres toques de mi varita te concederé tu deseo ¡Uno, dos y tres... chasssss!- Y Panocha se convirtió en un hombre.
Y así fue como Pinocho y Panocha nunca más volvieron a sentirse solos. Panocha construyó una casa cerca de Pinocho. En los días que hacía buen tiempo quedaban con sus amigos y hacían fiestas y en las tardes de lluvia las pasaban juntos contando sus aventuras y tomando café, mientras disfrutaban de su compañía y de una gran amistad.
Con todo esto, Panocha aprendió que si haces algo bueno por alguien, la vida te gratifica haciendo algo bueno por ti.
Fin.
(Orgav)