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sábado, 6 de octubre de 2012

Patito feo


VERSIÓN GANADORA DEL CUENTO DE PATITO FEO POR ANA
Autora: Ana Pascual Pérez
Ilustración: Verónica Orozco García
Género: Cuento Infantil

Iván terminaba de guardar sus juguetes en el baúl, mientras su madre apartaba las sábanas de su cama, preparándola para que pudiera acostarse. Todos los coches y muñecos caían al fondo, lanzados desde el borde del mueble.
- ¡Crash!, wow, doble pirueta mortal, y ¡pumba!, al fondo del precipicio...
Los puzles los colocaba con cuidado, apilados en una esquina, y encima de éstos los cuentos y la pelota de baloncesto. Al tiranosaurio rex, de cuerpo mullido, lo dejó encima de la cama; él era el elegido para compartir sueños...
Después de lavarse las manos y cepillar sus dientes, apareció en su habitación pensativo. Abrazando a su T-rex, le dijo a su madre:
- Mamá, ¿por qué yo no puedo ser como los demás?
- Cada persona es diferente del resto, nuestras diferencias nos hacen únicos y especiales.
- A mí me gustaría parecerme a los demás.
- ¿Por qué?, a mí me gustas como eres. - le dijo su madre, besándole y haciéndole cosquillas.
- Jajajaja, ¡mamá, quita!. Es que..., en clase me llaman “larguirucho, dientes de serrucho”.
- ¿Y tú qué les contestas?
- Nada.
Su madre le cogió en brazos y se quedó un rato charlando con él en la cama...
- En realidad les gustas. Eres el niño más alto de la clase, por eso siempre te piden ayuda cuando el balón se queda encima de la red, o cuando no alcanzan los cuentos de la estantería...
- ¡… y cuando jugamos a baloncesto, siempre me eligen el primero!. Pero mamá..., mis dientes.
- Es verdad que ahora no tienen buen aspecto, pero lo tendrán. Están poniéndose en su sitio, poco a poco, para que puedas dar buenos mordiscos a los bocadillos. En un par de años, dejarás de taparte la boca cuando sonrías, ya verás..., vas a ser un chico muy guapo. - su madre fue a por papel y boli, y tras unos minutos se puso en pie y recitó:
- soy gran jugador de baloncesto,
podría encestar la luna,
y con mis dientes de león fiero,
espanto a vuestra tontuna.
- ¡Me gusta!, gran jugador de baloncesto... ¡dientes de león fiero!,- exclamó Iván.
- No te quedes callado cuando te llamen larguirucho, dientes de serrucho; debes hacerte respetar, que te llamen por tu nombre. Y otra cosa... ¿por qué no pruebas a jugar con otros niños?
- Si, jugaré en otro equipo. - Iván agarró fuerte a T-rex, y se tapó con las mantas.
- Hasta mañana, corazón.
Por la mañana Iván no paró de leer lo que le había escrito su madre, hasta que lo memorizó. Aún así decidió guardarlo, por si se quedaba en blanco, como le pasaba a veces en los exámenes orales. De camino a la escuela fue con la mano metida en el bolsillo de su abrigo, arrugando entre su puño el trozo de papel. Llegando a la puerta de entrada del colegio, se puso más recto que de costumbre y apretó la mano..., nada más llegar a formar la fila para entrar en clase, empezaron a increparle los de siempre.
- ¡Eh tú, dientes de serrucho! ¿Te apuntas al partido del recreo?, jugamos contra los de quinto.
- Me llamo Iván, y no voy a jugar en tu equipo.
- ¡Eh, Iván, dientes de serrucho! Jajaja, - los demás niños de la fila también rieron.
Iván no le dijo nada más, se limitó a repetir mentalmente lo que había escrito en el papel, que ahora apretaba con todas sus fuerzas, dentro del bolsillo. En clase las bromas cesaban, pues todos sabían que el maestro no las aceptaba, pero de vuelta al patio, en el tiempo de recreo, otra vez se encontraba con los mismos calificativos.
- Larguirucho ¿te lo has pensado bien?
- Mi nombre es Iván.
- Venga, larguirucho... ¿te apuntas, o qué?
- Voy a jugar con los de quinto. - le dijo Iván, muy serio.
Le echó valor para acercarse al grupo de los mayores y decirles que quería jugar con ellos. Los de quinto aceptaron encantados, pues conocían la habilidad de Iván, y en alguna ocasión habían sufrido sus mates y canastas; ahora por fin, lo tendrían en su equipo.
El partido fue todo un espectáculo, Iván no paraba de anotar puntos, y cada vez que encestaba, chocaba su mano contra la de sus nuevos compañeros, que lo apretaban, felicitándole. Nunca había disfrutado tanto jugando. Al terminar el partido, incluso le mantearon y todos rieron celebrando la victoria.
- ¡Eh! Iván, contamos contigo para los próximos, ¿no?. - le dijo el base del equipo.
- Si, claro. ¡Me lo he pasado muy bien!, - sin darse cuenta, Iván sonrió sin ponerse la mano en la boca, y por un momento temió escuchar la cantinela de siempre... Pero esta vez sólo recibió una palmada en la espalda.

De regreso a clase se le acercó el que siempre se reía de él, frunciendo el ceño y apretando los puños, Iván creyó que iba a golpearle.
- No se puede jugar en un equipo que no sea el de tu clase. - le dijo, poniéndose delante de él.
- ¿Por qué no, quién dice eso?
- Son las reglas...
- Te lo has inventado, - Iván siguió su camino sin prestarle más atención.

Por la noche le contó a su madre lo sucedido, cada pase que recibió, cada canasta, y cómo le trataron los de su nuevo equipo.
- Mamá, me han lanzado por los aires.
- ¿Cómo?,- su madre se asustó.
- Si, han hecho un corro, me han cogido entre todos, y me han lanzado hacia arriba; así, mira, - cogió al Tiranosaurio y lo lanzó hasta el techo.
- Jajaja, te han manteado. Te lo has pasado muy bien, ¿verdad?. Y los niños de tu clase, ¿te han vuelto a insultar?.
- Después del partido, no. Voy a jugar siempre con los de quinto..., me llaman Iván. ¡Hay uno como yo, mamá!.
- ¿Tan alto como tú?
- No, ¡con dientes de serrucho, jajaja!. - Iván se rió, mostrando todos sus braquets.
- Jajaja, eso está bien, hay que saber a reírse de uno mismo. Y ahora, un beso, cosquillas y..., a la cama ¡largui-ru-choooo!.

Autora: Ana Pascual Pérez.
Todo los derechos reservados por el autor.

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