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sábado, 6 de octubre de 2012

Pulgarcito

VERSION GANADORA DEL CUENTO PULGARCITO POR AMAYA

AUTORA: Amaya Puente de Muñozguren
ILUSTRACIÓN: Verónica Orozco García
GENERO: Cuento Infantil

Le costó nacer a pesar de hacerlo dos meses antes de lo previsto, peso menos de kilo y medio, sus posibilidades de salir adelante eran menores que su peso según la opinión del doctor jefe de neonatología del hospital universitario en el que lucharon por su pequeña vida.

Contra todo pronóstico salió adelante pateando y manoteando al aire dentro de su incubadora que fue objeto de múltiples visitas durante las semanas, meses, que él la ocupó. Parecía una atracción de feria o eso quería ver su atormentado padre ante los cientos de comentarios que cada día oía frente al cristal que los separaba de las incubadoras. Se podría decir que todo el personal del hospital, unos cuatro mil, más o menos, pasaron por delante de sus vivarachos ojos rasgados de color oscuro.

- “Parece el mono del circo”. Se quejaba amargamente a su mujer en los ratos que coincidían a solas en la habitación.

- “No te enfades, les llama la atención que siendo tan pequeñito tenga tanta vitalidad”.

Comentaba esperanzada su mujer. Esperaban un milagro y el milagro se realizó ante el asombro de todo el personal, dos meses más tarde la familia al completo dejaba atrás ese mundo estéril y frío para llegar a la casa que les esperaba llena de color.

Quisieron compensar su falta de tamaño con un nombre generoso y en la pila del bautismo le impusieron los nombres de Angel María de todos los Santos del Socorro y de la Caridad Cristiana Fernández de Córdoba y López de Mendoza. El encargado de bautizarle como última frase les dijo a los padres que creía que el nombre “le colgaba un poco por los faldones de cristianar”, cosa que ellos, evidentemente, ni entendieron ni quisieron entender mientras le veían alejarse riendo a mandíbula batiente.

“Un hombre feliz”, pensaron mientras llevaban a casa a su deseado hijo.
La abuela materna en cuanto llegó del pueblo y buscó bajo las sábanas de la cuna al recién nacido, tuvo un momento de pánico al no encontrarlo hasta deshacer el último doblez en el que se encontraba dormido sobre él.
-¡Pero si eres más pequeño que mi pulgar!, gritó asombrada la abuela. Te llamaré Pulgarcito.
Los jóvenes padres reían embelesados ante el milagro de la vida de su hijo, le veían crecer en edad pero poco en tamaño aunque si en inteligencia y destreza, en pocos meses hacia cosas que niños que le doblaban la edad eran incapaces de hacer. En la guardería le confundían con un bebé, en la escuela con un parvulito, en el instituto con un hermano de algún alumno y en la universidad con el hijo de algún profesor en apuros hasta que descubrían que era el famoso Pulgarcito, el ser más inteligente de toda la región y seguramente del país entero y de varios de los alrededores. El asumía su fama con total naturalidad ya que había nacido con ella, destacaba en los estudios y en los deportes pero en lo que más destacaba era en su gran corazón en el que no tenía cabida la negativa ante cualquier súplica de algún compañero, se pasaba la vida dando lecciones de repaso a sus compañeros o haciéndoles entender los difíciles problemas de algebra sentado sobre las rodillas de sus alumnos, que en muchos de los casos eran mucho mayores que él.
Se acercaba a la edad mágica de los quince años y empezaba a darse cuenta de las dificultades que tenia al no ser “como los demás”, eso le apenó tanto que hasta dijo que no quería celebrar la fiesta de su cumpleaños. Su abuelo, un hombre callado, serio e inteligente del que lo había aprendido casi todo tomó cartas en el asunto y volvió a su viejo taller de zapatero para realizar la mejor obra de toda su vida:” unas zapatillas mágicas”.
Trabajó sin descanso dos días con sus noches para tener listas las zapatillas para el momento en el que su querido nieto, Angel María de todos los Santos del Socorro y de la Caridad Cristiana Fernández de Córdoba y López de Mendoza cumpliera la edad en la que los niños se convierten en jóvenes y justo en ese momento le dio el regalo a su único y amado nieto.
- Hijo mío, nunca quise usar mis poderes pero en esta ocasión tu tristeza me ha hecho utilizarlos para realizar este regalo que será el que te ayude a realizar todos tus sueños. Usalas con precaución ya que si pides más de lo que te mereces puedes recibir un castigo por ello en vez del premio que ansias.
- Gracias abuelo, me encantan. Se las voy a enseñar a mis padres.
Salió con las zapatillas puestas dando tales saltos que parecía elevarse sobre las nubes.
Pidió, antes de entrar en su casa, el deseo de que sus padres le quisieran pero al entrar y ver la gran fiesta sorpresa que le habían montado se dio cuenta de que esa petición era totalmente innecesaria ya que estaba claro que sus padres le querían más que a nada en el mundo. 
Salió sin hacer ruido y fue a casa de su abuela pidiéndole a las zapatillas mágicas que ella valorase sus hazañas. Al entrar en la casa se dio cuenta de que toda la pared frente a la chimenea estaba llena de fotos en las que aparecía él en todos los momentos de su vida en los que había ganado un trofeo académico o deportivo. Su petición también había resultado innecesaria ya que su abuela nunca se perdió ni uno de los actos en los que él, “su Pulgarcito”, fue el protagonista.
Salió emocionado en dirección a la casa de la chica que le gustaba pidiendo a las zapatillas mágicas que le permitieran decirle cuanto le gustaba y que ella no le rechazara pero al llegar junto al seto del jardín, tapado por él debido a su poca altura, oyó hablar a su amor con otras compañeras de curso del tremendo cariño que le profesaban y del amor que había nacido en el corazón de la que él deseaba. Otro deseo que no necesitaba pedir.
Lleno de alegría y rubor salió a escondidas hacia la cancha de baloncesto en la que tenían que jugar con los compañeros, un partido decisivo, él, como siempre seria el base del equipo al igual que lo venia siendo desde que empezó a jugar muchos años atrás. Le pidió a sus zapatillas mágicas que le dijeran lo que los compañeros pensaban de él, si le menospreciaban o le aceptaban por pena pero cual fue su sorpresa al oírles reunidos en las duchas alabando su inteligencia, su agilidad y la habilidad para enamorar a todas las chicas que le rodeaban, esto lo decían varios de sus compañeros algo molestos pero sin perder la dulzura en la voz.
El pequeño joven de nombre interminable al que ya todos llamaban Pulgarcito entró sonriendo pidiendo a sus compañeros un favor.
-Chicos, mi abuelo me ha regalado estas “zapatillas mágicas” y creo que lo mejor que puedo hacer para agradecérselo es que me ayudéis a ganar este partido.
-Por supuesto, gritaron todos a coro, pero nos tendrás que invitar a tu fiesta.
- ¡Eso está hecho!
Y como siempre volvieron a ganar mientras “las zapatillas mágicas” esperaban bajo el banquillo, en los vestuarios, a que él volviera de la cancha de baloncesto, como siempre, manteado por sus compañeros, llegando al cielo, sin tocar el suelo.




AUTORA  AMAYA PUENTE DE MUÑOZGUREN
Todos los derechos reservados por el autor.

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